Para comprender este acontecimiento que muchos (aunque reconocen la existencia histórica de Jesús) consideran un mito, que no así para los verdaderos cristianos, es necesario, no sólo remontarnos a los orígenes del cristianismo, sino también acercarnos al estudio de religiones y tradiciones ancestrales.
El paganismo, por aquellos tiempos en que Jesús vino al mundo, era la inclinación más extendida, aunque también existían grupos religiosos independientes, como los nazarenos o bautistas, los esenios y otros, casi todos de origen hebreo, que según las tradiciones proféticas esperaban la venida de un «Salvador o liberador» de la opresión que sufrían por parte del Imperio romano.
Ya en vida de Jesús, estos grupos se disputaban la razón de sus creencias, indicando unos que Juan (el Bautista) era el Ungido, otros que la liberación provendría de una corriente espiritual y no de un hombre concreto y otros indicaban que aún no había llegado. Aunque los primitivos cristianos se separaron de los nazarenos que acusaban a Jesús de «pervertir las doctrinas de Juan y de cambiar por otro el bautismo del Jordán», (Codex Nazarenus, II. Pag 109), llegaron al final, gracias al testimonio de la vida del Maestro, a establecer un frente común. Fue en el año 325, cuando se reconoció tras el Concilio de Nicea que «un hombre encarnó la Verdad a través de su doctrina, instaurando el esoterísmo gnóstico cristiano primitivo».
El Concilio de Nicea fue una necesidad fundamental de la época, ya que la antigua forma religiosa del paganismo romano había entrado, de hecho, en completa degeneración y muerte; se hacía necesario revestir a los principios cósmicos y universales de la religión con una nueva forma religiosa adaptada a los tiempos.
La forma religiosa del paganismo se degeneró y murió, pero sus principios continuaron en el cristianismo. Este es el final de toda forma religiosa: cuando ya las multitudes no respetan una religión para que ésta de paso a la siguiente.
Las concepciones sobre la vida de Jesús y su advenimiento al mundo están basadas no sólo en los cuatro evangelios o los libros del Nuevo Testamento, sino que muchas se deben, precisamente, a la tradición que guardaban los cristianos primitivos y a los evangelios llamados «apócrifos» y rechazados por el catolicismo, siendo estos últimos las fuentes donde encontramos, por ejemplo, los nombres con que hoy designamos a los Reyes Magos, a los padres de la Virgen María, o al del centurión Longinus; aparecen en ellos también el asno y el buey y multitud de detalles curiosos sobre el nacimiento e infancia de Jesús. De los cuatro evangelistas, es Mateo el único que nombra a los Magos que vinieron de Oriente, pero no dice que fueran reyes ni tampoco especifica su número.
Los astrólogos que llegaron de Oriente para adorar al Niño alcanzaron su verdadero número y cualidad en la Edad Media, por influencia notable de las tradiciones alquimistas de la época. Así el rey negro aparece por primera vez en la tradición cristiana en los frescos del siglo XV. Tal y como nos indica el maestro Samael, los Tres Reyes Magos que vinieron a adorar al niño representan los colores de la Gran Obra. El primer color es el negro, que refleja al Cuervo Negro de la Muerte, proceso que sucede en la medida en que el iniciado se encuentra perfeccionando el cuerpo físico y los sentidos. Corresponde a la Obra de Saturno, simbolizada por aquel Rey Mago de color negro; entonces estamos pasando por una muerte psicológica y emocional, la muerte de nuestros deseos, pasiones, etc. que proyecta en el Mundo Astral un concreto valor para el alma. El color blanco viene después, en el momento en que ya habiendo integrado todos los «Yoes» del Mundo Astral, tenemos derecho a usar la túnica de lino blanco; es claro que está simbolizado por la Paloma Blanca; ese es el segundo de los Reyes, el Rey blanco. El iniciado que perfecciona su cuerpo de Luz alcanza la maestría crística acercándose al color amarillo, correspondiente al Aguila Amarilla. El maestro tiene derecho a usar la túnica de color amarillo, reflejada en el tercero de los Reyes Magos, aquel que es de raza amarilla. Por último, la corono de la Obra es la Púrpura, proceso iniciático que sucede cuando un cuerpo, sea el Astral, El Mental o Causal, ya es de Oro Puro, se recibe la púrpura real que simboliza el triunfo y asunción con el Ser interior.
En cuanto a la fecha que conmemoramos como el nacimiento (Natividad) de Jesús, tenemos que decir que hay muchas conjeturas y concepciones erróneas y se quiere muchas veces, forzosamente hacer coincidir esta fecha simbólica con una auténtica fecha histórica, y de ahí las contradicciones anacronismos que se suscitan. Como el que se menciona a las ovejas pastando, ya que por estas fechas nos encontraríamos en una estación de frío y lluvias.
Las grandes festividades del culto solar o del fuego, o lo que es lo mismo: el advenimiento del Logos Solar (energía del Krestos Cósmico) se pierde en la noche de lo siglos, estando relacionadas con los equinoccios y solsticios; y siempre en torno al solsticio de invierno centraban su fiesta nocturna del nacimiento de su dios solar. Cerca del 21 de diciembre, cuando el Sol, en su aparente viaje hacia las zonas australes parece detenerse, al cesar su declinación, para comenzar su ascenso hacia las zonas del norte del septentrión, en el día más corto del año.
Cuando se habla de que los antiguos adoraban al Sol o le rendían culto, no se refiere propiamente al Sol físico, al astro que nos alumbra; el Sol físico no es más que una expresión externa del Sol espiritual, de ese Logos Solar que alumbra en la medianoche para dotar al hombre de sus principios espirituales, siempre relacionado con el fuego, con la Luz. Los evangelios siempre han relacionado a Jesús con la Luz, el fuego, la iluminación. Y Él mismo nos anuncia su bautismo de fuego, dándonos a entender cómo estaba destinado a servir de guía para la era de Piscis que recién comenzó. En el Apocalipsis, por ejemplo, Jesús dice: «Yo soy la estrella del alba, la estrella resplandeciente que os alumbrará en la mañana».
Los Eddas germanos citan al Khristos como el dios de su teogonía (semejante a Jesús de Nazareth) nacido el día de Navidad (25 de diciembre) a la medianoche, lo mismo que los cristificados Odín (Wotan) y Beleno, asimismo Frey (hijo de Odín y Frigga). Los druidas celebraban ese día encendiendo en las cumbres de las montañas grandes hogueras. Los egipcios fijaban la preñez de Isis (la reina de los cielos) para marzo, y el nacimiento del dios Horus a finales de diciembre. De igual modo sucede con el dios solar Mitra, de origen persa, que luego adoptan los romanos. Y con ceremonias con fuego en el interior de las cuevas se celebraba el advenimiento de los héroes solares: Dionisos, Hércules o Adonis, entre los griegos, Quetzalcoalt entre los mayas o Zaratustra y Krishna para las religiones de Oriente.
LA RUTA SOLAR
Omraam Mikhaël Aïvanhov
Esos movimientos del Sol que nos alumbra son cada año la repetición en el marco cósmico de todo el drama del Cristo-Sol: Él debe vivir su drama de vida, pasión y muerte, para luego resucitar en todo lo creado. Él debe descender para dar Luz a las Tinieblas. En ese descenso pasa por el solsticio de verano (21 de junio, San Juan) y el equinoccio de otoño (21 de septiembre), mas en el solsticio el Sol detiene su ascenso para ascender (nacer en Navidad) y evitar que la Tierra se convierta en una mole de hielo. Así debe avanzar para darnos su vida, y en el equinoccio de primavera (21 de marzo) se crucifica en la Tierra; entonces madura la uva y el trigo. Es precisamente en la primavera cuando el Señor debe pasar por su vida, pasión y muerte (la Semana Santa), para luego resucitar.
Todos debemos, si queremos resucitar algún día, seguir este trabajo de desarrollo psíquico y espiritual (la gran obra alquimista), ruta solar que asimismo se ha de verificar en los procesos internos del hombre. Ese camino que el Sol físico marca con su movimiento es la alegoría del camino secreto o camino interior que nos conduce a la auto-realización íntima del Ser. Por ello la cristificación se convierte en el proceso útil que desarrolla las fuerzas solares en el corazón del hombre.
- El fuego de Aries (21 de marzo-21 de abril) desciende con la fuerza maravillosa del pneuma griego o Espíritu Santo (San Juan), poniendo los basamentos del desarrollo del alma (Cáncer, 21 de junio-21 de julio) que con las fuerzas equilibrantes de libra (21 de septiembre-21 de octubre) lleva luz a las Tinieblas.
- Así se establece cada año la muerte de lo pasado para dar posibilidad de cambio al devenir. Gracias a las fuerzas de Saturno (Capricornio, 21 de diciembre-21 de enero) da comienzo la victoria de la Luz sobre las Tinieblas, que culmina con el florecimiento de una nueva vida. Un nuevo ser humano se forja gracias a la iniciación de Venus (el Amor), muriendo y resucitando en su interior.
No es sólo en los cuatro puntos básicos de la Luz solsticial en donde debe crucificarse y resucitar la fuerza Cristo, sino en cada uno de los doce elementos relacionados con las doce fuerzas zodiacales, presentes en esa misma cruz.
INICIACIONES SECRETAS DE JESÚS.
Todo descubrimiento moderno, todo estudio y conocimiento psicológico, toda actividad grupal y toda realización científica, así como todo verdadero conocimiento ocultista, son de naturaleza espiritual, sirven de ayuda para esa expansión de conciencia que convertirá al género humano en el gran Iniciador, "representado por la estrella de 5 puntas que le será presentado luego de sus 5 viajes al Iniciado". Cristo es el ideal del hombre, porque representa la "condición final de la naturaleza
humana".
"Los Antiguos Misterios, la iniciación moderna y toda ocupación mística se apoyan en la doctrina de que el hombre nunca puede aprender por los Sentidos corporales los secretos de la vida y el problema del universo. El ojo, el oído y los demás órganos del cuerpo, sólo son vías de percepción del burdo mundo físico que nos rodea. Mecánicamente adaptados a nuestro medio externo, no tienen otra función más elevadaque registrar sus impresiones sobre nuestra parte inferior, construida de materia y destinada a disolverse en sus elementos, tarde o temprano. La razón es la que analiza y sintetiza esas impresiones. Entre ella y el máximo conocimiento hay innumerables velos... Mientras nuestras percepciones estén restringidas a meras experiencias sensorias, nuestro conocimiento será proporcionalmente pequeño; para ser verdaderamente sabios, debemos romper las ataduras de la ilusión, desgarrar los velos de maya, romper las cadenas de la pasión y conocer el verdadero yo, poniéndolo al frente de nuestra conciencia y acciones".
La aparición de Cristo en la caverna de Belén marcó la inauguración de un nuevo ciclo de desarrollo espiritual para la raza y el individuo. Consideraremos esos desarrollos desde el punto de vista del individuo y estudiaremos los episodios que se relatan en los Evangelios "modificados", que conciernen vitalmente al ser
humano individual que, llegando al final del largo y fatigoso camino de la evolución, está preparado para representar nuevamente el mismo drama en su propia experiencia. Tiene la oportunidad de pasar de la etapa del nuevo nacimiento a la de la resurrecciónfinal, por el escarpado sendero del Monte Gólgota.
La historia de la Humanidad es, por lo tanto, la historia de esta búsqueda individual, por la expresión de la luz divina y la realización final del nuevo nacimiento, que
libera al ser humano a fin de prestar servicio en el reino de Dios. La Palabra siempre fue emitida para que la raza pueda ver y reconocer el próximo paso a dar.
Nunca se acentúa con demasiada claridad que el primer iniciador que enfrenta el hombre es siempre su propia alma. Muchas escuelas esotéricas y maestros de esoterismo basan sus enseñanzas en las de algún gran Maestro y ponen a sus aspirantes bajo su tutela, que se supone los preparará para este paso, y sin cuya ayuda no hay progreso posible, olvidando que no hay Maestro que pueda hacer contacto con un ser humano, hasta que éste no haya establecido un claro y definido contacto con su propia alma.
En el nivel de la percepción del alma, residen quienes pueden ayudarnos, y hasta no haber penetrado en ese nivel como individuos, es imposible lograr un contacto
inteligente con quienes actúan allí normalmente El Discipulado, lo llevan a cabo las Almas, NO LAS PERSONAS. Los Maestros de Sabiduría, como el Jesús por ejemplo, enseñan a sus Discípulos (Las Almas), en el Nivel Mental Superior del Ser Humano.
El Cristo enseñaba a sus Discípulos, en un "Idioma" ( "parábolas"), que no fuera comprendido por los seres humanos que aún estaban en poder de sus sentidos físicos (ojos para ver y oídos para oír.Las personas en su cuerpo físico, que hallan construido un puente entre la mente inferior y la superior ( llamado Antakarana), para permitir que fluya la conciencia del Alma a la persona física, y por consiguiente, realizado un alineamiento conciente con su Alma, obedecerán los dictados de la misma, y se verán beneficiados por el aprendizaje que ella realiza, por lo que se extrovertirán en el plano físico, de una manera más sabia y amorosa, influenciando así, más y mejor, el medio ambiente con el cual tengan contacto.
Pero la situación cambió, más bien fue la Era la que cambió, y ya hace un tiempo que se viene sosteniendo que no habrá más Iniciaciones Individuales, por lo que
pienso que no va a volver un Jesús o "UNA ÚNICA ALMA INDIVIDUAL INICIADA" que halla accedido a la conciencia Crística, con la misión de recordarnos el Plan a seguir. Todo el tema de la Globalización, lo Holístico, lo Grupal, habla de actividades e Iniciaciones Grupales. La ENERGÍA CRÍSTICA, es una energía Grupal, a la cual van a acceder un grupo de Almas, y/o la Humanidad toda como Entidad.
Lamentablemente, siempre se habla de la conciencia crística en términos de religión, pero no el de Re-ligarse o volverse a unir con el Espíritu que en realidad somos, sino con la actitud de concurrir a los templos de creencias ortodoxas. La iniciación está relacionada con la conciencia y es simplemente una palabra que
empleamos para expresar la transición que el hombre establece entre la conciencia del cuarto reino o humano, y el quinto o espiritual, que es el reino de Dios. Cristo vino para revelarnos el camino a ese reino y "llamó a esa condición... el "Reino de los Cielos" que no era un lugar ni un mundo mejor, sino un estado de la mente o del alma, algo a que todos los hombres pueden tener acceso si siguen el camino por ÉL señalado.
Ser un ciudadano del Reino de Dios no significa que debe considerarse imprescindible el ser miembro de alguna iglesia ortodoxa. El divino Cristo en el corazón humano, puede expresarse en los muchos y diversos sectores del vivir humano -política, arte, economía, vida social, ciencia , religión., y guía el anhelo místico que reside en todo ser humano y actúa a través de todos los movimientos que tienen por objetivo el bienestar de la humanidad, mediante las tendencias filantrópicas y educativas de todo tipo existente en todas partes. El espíritu religioso de la humanidad está hoy más definidamente enfocado en la Realidad, que nunca. Las religiones ortodoxas mundiales son relegadas rápidamente a un segundo plano en la mente de los hombres, aunque indudablemente vamos acercándonos
a la realidad central espiritual.
¿Jesus nació un 24 de diciembre? | |||
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Trayectoria anual aperente de Orion |
Orion aparece en el Este a las 3 PM en el 25 de diciembre
LOS DIOSES QUE BAJARON DE SIRIO
El descubrimiento de que Sirio es, en verdad, un sistema estelar triple, está levantando todo tipo de controversias. Y es que, lo que nuestra astronomía acaba de reconocer, era ya sabido por pueblos antiguos como los egipcios o la tribu de los dogones en Malí. Y lo sabían, al parecer, porque un día descendieron unos "dioses instructores" de ese sistema y se lo contaron.
Dos investigadores franceses, D. Benest y J.L.Duvent, hacían público el resultado de sus últimas investigaciones en torno a la estrella, la más brillante del firmamento y ubicada a unos 8,7 años luz de la Tierra. Según sus conclusiones Sirio es, en verdad, un sistema estelar formado por tres estrellas y no por dos, como desde mediados del siglo pasado asegura nuestra astronomía; y lo pudieron averiguar al estudiar con detenimiento las variaciones en la órbita del sistema de Sirio desde 1862 hasta nuestros días, lo que les llevó a pensar que un tercer cuerpo estelar estaba influyendo en su recorrido.
Benest y Duvent dedujeron, además, que la nueva Sirio C es una nenana roja, una clase de estrella quinientas veces menos masiva que el Sol y muy poco brillante, para cuyo descubrimiento óptico -que todavía no se ha confirmado- ser necesario utilizar los más potentes telescopios en un futuro inmediato.
Pero lo que realmente sobrecoge de la noticia fue que la conclusión a la que han llegado estos dos investigadores galos recientemente, era ya de sobra conocida por algunos de los pueblos más antiguos de África, como los egipcios y los dogones. Estos últimos, que actualmente viven en la planície de Bandiagara, en las montafias Hambori de Mali veneran desde tiempos inmemoriales a la estrella Sirio a la que parecen conocer hasta en sus detalles más íntimos.
En 1931 el antropólogo francés Marcel Griaule visitó por primera vez a esta tribu, descubriendo que en sus tradiciones más sagradas y secretas se hablaba de una estrella compañera de Sirio, a la que llamaban Po Tolo, y de la que sabían que tarda cincuenta años en completar una órbita en torno a ésta y que, además, es extraordinariamente densa, lo que es rigurosamente cierto.
Por si esto fuera poco, los dogones sabían de la existencia una tercera estrella a la que llaman Emme Ya (y que corresponde a la recién descubierta Sirio C), de la que dicen es "cuatro veces más ligera que Po Tolo aunque que tarda el mismo tiempo que ésta en completar su órbita alrededor de Sirio A.
Aquellos conocimientos, que Griaule completó quince años más tarde con otras investigaciones de campo que realizó junto a la etnóloga Cermaine Dieterlen, fueron considerados en principio pura mitología; pero aún con todo, en medios académicos, escépticos como E.C. Krupp, director del Observatorio Criffith de Los Ángeles y uno de los m s reconocidos especialistas mundiales en arqueoastronomía, reconocieron que -además de su conocimiento sobre Sirio- era difícil explicar cómo conocían también los anillos de Saturno o las cuatro lunas galileas de ]úpiter, descubiertas por Galileo Galilei siglos después de que los dogones hablasen de ellas, gracias a su primer telescopio.
LOS ORIGENES DEL SABER
Además de los dogones, otros pueblos vecinos como los Bambara, los Bozo de Segu y los Miniaka de Kutiala, comparten desde tiempos inmemoriales idénticos conocimientos sobre Sirio, en torno a cuyo sistema gira buena parte de la vida ritual de estas gentes.
Cada cincuenta años, por ejemplo, y cumpliendo estrictamente con el "ciclo u ¢rbita de Sirio B alrededor de Sirio A, estas tribus celebran sus ritos de renovación a los que llaman Fiestas Sigui, en honor a Sigui Tolo que es como conocen a Sirio A. Es entonces cuando elaboran complejas máscaras de madera para celebrar la entrada del nuevo ciclo, que después almacenan en un lugar sagrado y donde los arqueólogos han podido encontrar piezas que datan, al menos, del siglo XV. Ahora bien, ¿de dónde obtuvieron los dogones en ‚ época tan remota sus precisos conocimientos astronómicos?
Griaule y Dieterlen prefirieron limitarse a describir aquello que les fue transmitido por los hogon, o jefes de cada pueblo iniciados en el secreto de Sirio, sin hacer una valoración de sus hallazgos. Pero en 1970 Cenevieve Calame-Griaule publicó en un libro que tituló Génesis Negro, algunas de las notas que su padre Marcel no se atrevió a dar a la luz.En ellas se describía c¢mo los dogones creían en un dios hacedor del Universo al que llaman Amma, que mandó a nuestro planeta a un dios menor, al que conocen como Nommo, para que sembrara la vida aquí. Nommo descendi¢ a la Tierra y trajo semillas de plantas -describe una de las tradiciones recogidas por Griaule de boca de un hogon llamado Ogotemmeli-, que habían ya crecido en campos celestes...
Después de crear la Tierra, las plantas y los animales, Nommo creó a la primera pareja de humanos, de los que más tarde surgirían ocho ancestros humanos, que vivieron hasta edades increíbles.
LA CONEXION EGIPCIA
De Nommo, los dogones dicen también que era una criatura anfibia -probablemente muy parecida al dios babil¢nico Oannes-, y que regresó al cielo en un arca roja como el fuego después de cumplir con su tarea. Pues bien, con todos estos datos, en 1976 Robert K.C. Temple, un lingüista norteamericano miembro de la Royal Astronomical Society británica y afincado en Londres, publicó un osado libro que tituló El Misterio de Sirio, en el que aventuró que Nommo fue un extraterrestre que dejó en la Tierra, hace entre siete y diez mil años, toda clase de pistas sobre su origen estelar.
"Cualquier otra interpretaci¢n de las citadas pruebas no tendría sentido, concluyó Temple. Y quizás no le faltase raz¢n, pues sus argumentos,lejos de haber sido refutados con el tiempo, se ven reforzados por descubrimientos como el de Sirio C que ya anunció en su obra hace casi veinte años. Pero el conocimiento del sistema triple de Sirio no fue patrimonio exclusivo de los dogones y de los pueblos vecinos, lo cual nos obliga a abrir aún más el radio de esa supuesta influencia extraterrestre en el pasado. Los antiguos egipcios, por ejemplo, mostraban una gran veneración hacia la "estrella del Perro o Sirio, que se encuentra en la constelación del Can Mayor.
Fue sir Norman Lockyer, astronómo británico fundador de la revista Nature, el primero en darse cuenta de que muchos templos egipcios estaban alineados hacia Sirio, cuya aparición y desaparición en los cielos sirvió como base a uno de los dos calendarios usados en Egipto. El primero de ellos era de uso popular y de escasa complejidad matemática estableciendo la duración del año en 365 días exactos, pero el basado en Sirio además de servir para fechar cuestiones sagradas y dinásticas, se fundamentaba en observaciones astronómicas extraordinariamente precisas y establecía la duraci¢n del año en 365,25 días.
Se comprobó, por ejemplo, cómo muchos de los templos egipcios, orientados hacia el sol naciente (lo que dio pie a que los arqueólogos especulasen con la existencia de una religión solar), estaban flanqueados por dos obeliscos que, ubicados en un lugar previamente determinado, servían a los sacerdotes para ver sobre la línea del horizonte por donde salía el sol a lo largo del año, pudiendo marcar así el inicio de los solsticios de verano e invierno. Aquel control del Sol sirvió a los egipcios para comprobar que había un día en el que Sirio y el Sol salían por el mismo punto.
Comprobaron igualmente que cada cuatro años Sirio se retrasaba un día en acudir a su cita, lo que originó el ciclo de Sirio o sóthico en honor de la diosa Isis o Sothis que se cumplía cada 1460 años; es decir, pasado ese periodo de tiempo el calendario sóthico y el vulgar volvían a coincidir al inicio del año nuevo (1460 años X 0,25 días de error = 365 días). Este calendario sóthico ha permitido fechar con precisión acontecimientos que su cedieron 43 siglos antes de Cristo, lo cual demuestra que hace ya más de cuatro mil años los egipcios conocían estos ciclos. ¿Cuándo, pues, hicieron ‚ éstos sus observaciones de Sirio para establecer su calendario? ¿Acaso fue este un conocimiento llegado por los mismos dioses de los dogones y una nueva pista sobre su origen?
La identificación de Sirio con la diosa Isis (la Señora de los Dos Fuegos), refiriéndose a sus dos estrellas más grandes, A y B) fué confirmada hace ya varias décadas por los estudiosos Otto Neugebauer y Richard Parker, Lo que nunca supieron interpretar fue el por qué‚ en la iconograféa egipcia Isis iba a menudo acompañada de las diosas Anukis y Satis, que ahora, desde luego, pueden entenderse como Sirio B y Sirio C. Otra clave simbólica puede tener que ver con Osiris, mitológicamente hermano y compañero de Isis y encarnación de la Tierra, cuyo nombre en jeroglífico es representado frecuentemente como un ojo sobre o bajo un trono, lo que podría dar lugar a pensar en la rotación de nuestro planeta (y, por ende, de todo el sistema solar) en torno a Sirio.
No en vano Kant definió a Sirio como "el Sol de nuestro Sol", hipótesis que llevó a muchos astrónomos decimonónicos a establecer la distancia entre Sirio y nosotros como "unidad astronómica. Y lo chocante es que los dogones conocían a Sirio A también como la "estrella sentada". ¿Simple casualidad?
LAS PIRAMIDES APUNTAN AL CIELO
A ella no puede, desde luego, recurrirse cuando se averigua -como hizo el astroarqueólogo ruso Vladimir Rubtsov- que el antiguo vocablo iranio que se usaba para referirse a Sirio era Tistrya, palabra que se origina en el vocablo sánscrito Tri-Stri, y que significa tres estrellas! Es decir, que el conocimiento de que Sirio es un sistema estelar triple fue casi universal en nuestro más remoto pasado. ¿Pero por qué? ¿Quién difundió semejante "secreto"?
Los egipcios posiblemente hicieron evidente ese secreto en la meseta de Giza, junto a El Cairo, precisamente gracias a las tres monumentales pirámides que allí pueden contemplarse. No en vano cada día somos más quienes creemos que la Gran Pirámide fue en verdad un templo -y no una tumba- dedicado a Isis, la diosa que encarna a Sirio A, y en cuyas medidas y proporciones fundamentales se encuentran encerrados saberes relacionados con el monumento original de la pirámide de Micerinos, antaño cubierta por losas de granito de este color.
Por la misma regla de tres, la ciencia algún día podría llegar a comprobar que las tres pequeñas pirámides satélite que hay junto a la de Keops representan tres planetas junto a Sirio A, al igual que las otras tres pirámides menores que flanquean a Micerinos (Sirio C).
Si observamos en el sentido matemático la pirámide, la base cuadrada mide 232,666 metros de lado, la superficie edificada 53.000 metros cuadrados y una altura aproximada de 149 metros, el peso aproximado es de 5.955.000 toneladas. Estas medidas fueron tomadas por el ingeniero ingles Taylor y posteriormente confirmadas por los arqueólogos Bevendeli, Piazzi, Smith, Moreaux y Noetling. Esta seria la formula matemática, pero si la trasladamos a la cábala y dividimos el lado base por la mitad de la altura se obtiene 3.141.159, es el número x, que es la relación constante entre la circunferencia y su diámetro. Circunstancialmente los meridianos y los paralelos que determinan su posición en la tierra, son los de mayor longitud, esto quiere decir que esta asentada en el "punto central" de la superficie de la tierra. ¿Es causalidad? O ¿intencionalidad? ¿Sigue quedando duda de lo avanzado de esta civilización?.
Mas todavía, dividiendo la base de la pirámide por 365,2522 lo que equivale al número de días del año, se obtiene 63,7 cm cifra idéntica a la diezmillonésima parte de la mitad del diámetro de la tierra, dividiendo luego 63,7 por 25 el resultado es 2,548 cm, exactamente una pulgada, que equivale a una quinientomillonésima parte de la longitud del eje de la tierra también la distancia que hay entre la tierra y el sol son 149 millones de Km., los mismos que tiene de altura la pirámide, aun quedan mas cosas, la pirámide pesa 5.955.000 toneladas; el peso de la tierra es un múltiplo exacto de él; trazando un meridiano en el punto de la pirámide, las superficies emersas del globo quedan divididas en dos partes iguales.
También se ha podido observar que la sombra que proyecta la pirámide marca con exactitud matemática las fechas de los equinoccios de primavera y otoño igual que los solsticios de invierno y verano, para finalizar estas casualidades el recorrido de la tierra en su órbita en las 24 horas son de 100.000.000.000 de pulgadas. Multiplicando esta longitud por los 365 días se obtiene la longitud completa de la órbita terrestre al rededor del sol, la distancia que hay de la pirámide al polo norte es la misma que entre la pirámide y el centro de la tierra. James Frager, recopiló una gran cantidad de material etnológico y religioso a fin de determinar cuál era el fundamento no evidente del pensamiento mágico de los antiguas, llegó a una conclusión; la que toda la magia se reduce a creer que: 1º - lo semejante produce lo semejante, o que dos efectos semejan a sus causas. 2º - las cosas que una vez estuvieron en contacto se actúan recíprocamente a distancia, aún de haber sido cortado todo contacto físico. El 1º principio se puede llamar ley de semejanza. El 2º principio, ley de contacto o contagio. A través de la ley de semejanza el mago deduce que puede producir el efecto que desea sólo con el mero hecho de imitarlo. En el segundo, el mago deduce que todo cuando haga con un objeto haya o no formado parte de su propio cuerpo le afectará.
El Cielo del invierno
Los lectores de la mitad sur del planeta deberán tener en cuenta que cuando hablamos del invierno boreal, en su residencia será verano, y que la visión que tendrán del cielo estará invertida con respecto a la septentrional (o la nuestra al revés que la suya). Así, Orión ofrece estos dos puntos de vista, a la izquierda el austral, a la derecha el boreal:
Nuestro paseo habrá de estar lleno de serenidad. Intentar descubrir a todas estas maravillas de golpe no hará sino confundirnos, y privarnos de disfrutar con tiempo y sosiego de todas ellas, de manera que lo haremos poco a poco, saboreando al máximo la agradable visión que tenemos delante de nuestros ojos, pues ya se apuntó que no necesitamos la ayuda de ningún instrumento.
Precisamente será la Constelación de Orión nuestro centro de operaciones, a la vez que nos servirá como guía para la localización del resto del paisaje celeste, así es que debemos familiarizarnos con
su aspecto, y eso nos permitirá reconocerla de inmediato. Acostúmbrese a descubrirla cuando tiene su orto por el este, donde aparecerá acostada, en su tránsito por el
sur (de pie) y también cuando se dispone a abandonarnos bajo el horizonte del oeste, volviendo a mostrarse en posición más horizontal. Incluyo a continuación un calendario aproximado con la hora en la que culmina en el sur (en el norte para los residentes australes) la Constelación de Orión, en las próximas fechas:
Fecha | Hora UTC | Venezuela |
---|---|---|
1 de diciembre | 1:00 am | 4:00 am |
15 de diciembre | 0:00 | 3:00 am |
1 de enero | 23:00 pm | 0:00 |
15 de enero | 22:00 pm | 23:00 pm |
Tenga en cuenta su diferencia horaria con España, para obtener un cálculo aproximado de estos horarios en su región.
Repare en las tres estrellas que, en el centro de la constelación, aparecen alineadas, rotuladas como Alnitak, Alnilam y Mintaka (no es necesario que memorice estos nombres, ya lo hará en su momento). Conocidas popularmente como Las Tres Marías, y también como Los Tres Reyes Magos, son las que conforman el Cinturón de Orión, y nos van a servir, como enseguida veremos, para localizar a dos importantes estrellas.
Efectivamente, si prolongamos la línea imaginaria que une a las tres estrellas hacia el noroeste (la derecha), llegaremos sin dificultad a las
inmediaciones de Aldebarán y las Hyades, de la vecina constelación de Tauro. Por el contrario, si lo hacemos hacia el sureste, encontramos a la estrella más brillante de todo el cielo nocturno: Sirio, de Canis Major. Según se posicione Orión en el este, el sur o el oeste, la dirección en que se alineen las tres estrellas del Cinturón marcarán inequívocamente la situación de Aldebarán, a un lado, y de Sirio al otro.
De igual modo que la historia romana conduce fatalmente a César por la vía instintiva y la lógica infernal del Destino, así también la historia de Israel conduce libremente al Cristo por la Vía consciente y la lógica divina de la Providencia, manifestada en sus representantes visibles: los profetas. El mal queda de continuo condenado a contradecirse y destruirse a sí mismo, porque es lo falso; pero el Bien, a pesar de todos los obstáculos, engendra la luz y la armonía en la serie de acontecimientos que sucede a lo largo de los tiempos, porque él es la fecundidad de lo verdadero. De su triunfo, Roma sólo extrajo el cesarismo, de su hundimiento, Israel dio a luz al Mesías.
Una vaga espera estaba suspendida sobre los pueblos. En el exceso de sus males, la humanidad entera presentía su Salvador. Hacía siglos que las mitologías soñaban con un niño divino. Los templos de él hablaban en el misterio; los astrólogos calculaban su venida; sibilas delirantes habían vociferado la caída de los dioses paganos. Los iniciados habían anunciado que un día había de llegar en que el mundo sería gobernado por uno de los suyos, por un hijo de Dios. En la tierra esperaban un rey espiritual que fuese comprendido por los pequeños, los humildes y los pobres.
¿Donde nacerá ese niño? ¿De qué mundo divino vendrá su alma? ¿Por medio de que relámpago de amor descenderá en la tierra? ¿Por qué maravillosa fuerza, por qué sobrehumana energía recordará el cielo abandonado? ¿Por qué esfuerzo gigantesco sabrá resurgir desde el fondo de su conciencia terrestre y arrastrar tras de sí la humanidad?
Nadie hubiese podido decirlo, se le esperaba. Herodes el Grande, el usurpador idumeo, el protegido de César Augusto, agonizaba entonces en su castillo de Cypros, en Jericó, después de un reinado suntuoso y sangriento. Las siete mujeres de su harén habían huido ante un fantasma real, que vivo aún olía ya a sepulcro. Sus mismos guardias le habían abandonado. Expiraba de una horrible enfermedad, de una descomposición de la sangre, odiado de todos, roído de furor y de remordimientos.
Así murió el último rey de los judíos. En aquel mismo momento acababa de nacer el futuro Rey espiritual de la humanidad, y los raros iniciados de Israel preparaban en silencio su reinado, en una humildad y oscuridad profundas. Jehoshua, que llamamos Jesús por su nombre helenizado, nació probablemente en Nazareth. Ciertamente fue en aquel rincón perdido de Galilea donde pasó su infancia y se cumplió el primero, el mayor de los misterios cristianos: el florecimiento del alma de Cristo. Era hijo de Myriam, que llamamos María, mujer del carpintero José, una galilea de noble cuna, afiliada a los esenios.
Un hecho parece resaltar en la historia legendaria de María, el de que Jesús fue un niño consagrado a una misión profética, por deseo de su madre, antes de su nacimiento. Se cuenta lo mismo de varios héroes y profetas del Antiguo Testamento. Esos hijos dedicados a Dios por su madre se llamaban nazarenos.
Un ángel anuncia a la madre de Sansón que va a quedar encinta; que dará a luz un hijo que no se cortará el cabello, «porque el niño era nazareno desde el seno de la madre; y él será quien comenzará a libertar a Israel del yugo de los filisteos». La madre de Samuel pidió ella misma su hijo a Dios: «Anna, mujer de Elkana, era estéril. Hizo ella un voto y dijo: ¡Eterno de los ejércitos celestes!, si das un hijo varón a tu sierva, lo daré al Eterno por todos los días de su vida, y ninguna navaja afeitará su cabeza. Entonces Elkana conoció a su mujer. Algún tiempo después, Anna concibió y dio a luz un hijo y le llamó Samuel, porque, dijo: se lo ha pedido al Eterno». Samuel significa, según raíces semíticas primitivas «Esplendor interno de Dios».
Estos pasajes son extremadamente interesantes, porque nos hacen penetrar en la tradición esotérica, constante y viva en Israel, y por ella en el sentido verdadero de la leyenda cristiana. El kana, el marido, es sin duda el padre celeste según el Espíritu. El lenguaje figurado del monoteísmo judaico recubre aquí la doctrina de la preexistencia del alma.
La mujer iniciada llama así a un alma superior, para recibirla en su seno y dar a luz un profeta. Esta doctrina, muy velada entre los judíos, completamente ausente de su culto oficial, formaba parte de la tradición secreta de los iniciados, y se proclamaba vivamente en las palabras de los profetas. Jeremías lo afirma en estos términos: «La palabra de lo eterno me fue dirigida y me dijo: antes de que se formase en el seno de su madre, te he conocido; antes de que hubieses salido de su seno, te he santificado y te he establecido profeta entre las naciones». Jesús dirá igualmente a los fariseos escandalizados: «En verdad os digo: antes de que Abraham fuese yo era».
De todo ello, ¿qué puede retener tocante a María, madre de Jesús? Parece ser que en las primeras comunidades cristianas, Jesús ha sido considerado como un hijo de María y de José, puesto que Mateo nos da el árbol genealógico de José, para probarnos que Jesús desciende de David. Allí sin duda, como en alguna de las sectas gnósticas, se veía en Jesús un hijo dado por el Eterno en el mismo sentido que Samuel. Más tarde la leyenda, preocupada por mostrar el origen sobrenatural del Cristo, hiló su velo de oro y azul; la historia de José y de María, la Anunciación y hasta la infancia de María en el templo son bien legendarias.
Si tratamos de desentrañar el sentido esotérico de la tradición judía y de la leyenda cristiana, diremos: la acción providencial, o para hablar más claramente, el influjo del mundo espiritual que concurre al nacimiento de cada hombre, es más poderoso y más visible en el nacimiento de los hombres de genio, cuya aparición no se explica en ningún modo por la única ley del atavismo físico. Este influjo alcanza su mayor intensidad cuando se trata de uno de esos adivinos profetas destinados a cambiar la faz del mundo.
El alma elegida para una misión divina viene de un mundo divino; viene libremente, conscientemente; pero para que entre en escena en la vida terrestre necesita un vaso elegido. Es precisa la invocación de una madre de de calidad que, por la aptitud de su ser moral, por el deseo de su alma y pureza de su vida presente, encarne en su sangre y en su carne el alma del redentor, destinado a ser a los ojos de los hombres, un hijo de Dios. Tal es la verdad profunda que recubre la antigua idea de la Virgen-Madre. El genio indo lo había expresado en la leyenda de Krishna. Los evangelios de Mateo y de Lucas la han reverenciado con sencillez y mediante una poesía aún más admirable.
Eduard Schuré
«Siempre que haya un debilitamiento de la ley y un crecimiento de la ilegalidad en todas partes, entonces Me manifiesto.
«Para la salvación de los justos y la destrucción de quienes hacen el
mal, para el firme establecimiento de la ley, Yo vuelvo a nacer edad tras edad.»
«El que percibe Mi nacimiento y obra como divino, que en verdad lo es... ése está Conmigo, oh Arjuna.» (60)
Una y otra vez han aparecido instructores, manifestando la naturaleza divina según lo justifica el desarrollo racial, enunciando las palabras que determinaron la cultura y la civilización de los pueblos, y siguieron su camino dejando que la simiente sembrada germine y rinda fruto. En la plenitud del tiempo llegó Cristo y, si la evolución tiene algún significado y la raza en conjunto ha desarrollado su conciencia, el mensaje que dio y la vida que vivió, deben necesariamente sintetizar todo lo mejor del pasado, y completar, realizar y proclamar, una posible cultura espiritual futura, que trascenderá grandemente todo lo que el pasado pudo haber dado.
La mayoría de esos grandes Hijos de Dios -resulta curioso constatarlo- nacieron en una caverna y por lo general de una madre virgen. A Isis, con frecuencia, se la representa de pie sobre la luna creciente, con doce estrellas rodeando su cabeza. En casi todas las iglesias católicas romanas del continente europeo pueden observarse cuadros y estatuas de María -«Reina del Cielo»- de pie sobre la Luna creciente y su cabeza circundada por doce estrellas.
Es más que casualidad que tantas vírgenes madres y diosas de la antigüedad llevasen el mismo nombre. La madre de Baco era Myrra; la madre de Hermes o Mercurio era Myrra o Maia; la madre del Salvador siamés Sommona Cadom, se llamaba Maya María, es decir: «María la Grande»; la madre de Adonis era Myrra; la madre de Buda era Maya; ahora bien, todos esos nombres: Myrra, Maia o María, son igual que María, la madre del Salvador cristiano. El mes de mayo estaba consagrado a esas diosas, así como está dedicado a la Virgen María actualmente. Ella se llamó Myrra y María, y también María. Isis en Egipto, como María de Belén, fue nuestra Señora Inmaculada, Estrella del Mar, Reina del Cielo, Madre de Dios. La vemos en las estampas, de pie sobre la media luna creciente, coronada de estrellas, sosteniendo en sus brazos a su hijo Horus, con una cruz en el respaldo del asiento, donde está sentada su madre y él en su regazo. El signo de Virgo del zodíaco está representado en antiguos dibujos como una mujer amamantando a un niño, el tipo de todas las futuras Madonnas con sus divinos Infantes, demostrando el origen del símbolo. Devaki también se representa con el divino Krishna en brazos, igual que Milita o Istar de Babilonia, también con la consabida corona de estrellas y con su hijo Tammuz sobre sus rodillas. Mercurio y Esculapio, Baco y Hércules, Perseo y Dioscuri, Mitra y Zaratustra, eran todos de origen humano-divino.
En el lenguaje simbólico del esoterismo, la caverna es el lugar de la iniciación. Esto siempre ha sido así y podría efectuarse un estudio muy interesante del proceso iniciático y del nuevo nacimiento, si se recogieran y analizaran las numerosas referencias sobre esos hechos que ocurrieron en cavernas, citados en antiguos documentos. El establo en que nació Jesús fue con toda probabilidad una cueva, porque en esos días muchos establos eran excavaciones. Esto lo reconoció la iglesia primitiva y se dice que «es bien sabido que mientras en los Evangelios se establece que Jesús nació en el establo de una posada, los primeros escritores cristianos, tales como Justiniano mártir y Orígenes, dicen explícitamente que nació en una caverna.
Mithra nació en una cueva, como muchos otros. Cristo nació en una cueva y entró, como lo hicieron todos Sus antecesores, en la vida de servicio y sacrificio, capacitándose así para la tarea de convertirse en Salvador del mundo. Los Salvadores trajeron luz y revelación al género humano y fueron sacrificados, en la mayoría de los casos, por el odio de quienes no comprendieron su mensaje u objetaron sus métodos. Todos ellos «descendieron a los infiernos y al tercer día resucitaron». Hay veinte o treinta relatos similares difundidos al correr de los siglos en la historia de la humanidad, y estos relatos y las misiones descritas son siempre idénticos.
El descenso a los infiernos previo a la resurrección es imprescindible para vencer de raíz los elementos densos que nos limitan. Este trabajo en los nueve círculos dantescos (Novena Esfera) está destinado a liberar el inconsciente de los agregados psicológicos que carga nuestra psique. Jesús recorre el camino iniciático tanto para su propia realización espiritual, como para dar testimonio de él a los demás. Asimismo el dios Mithra, que nace de una piedra, monta sobre el toro (la pasión y el deseo) y le clava su daga en el seno de la caverna.
Resulta apropiado recordar que la catedral de Notre Dame de París está construida sobre el antiguo solar de un templo dedicado a Isis, y la Iglesia primitiva con frecuencia se valía de una seudo ocasión atea para determinar un rito cristiano, o día cristiano de recordación sagrada. Incluso así fue establecido el 25 de diciembre como el día de Navidad. La misma autora dice:
«Respecto a la designación del 25 de diciembre como nacimiento de Jesús, Willamson afirma que: 'Todos los cristianos saben que el 25 de diciembre se reconoce ahora como la festividad del nacimiento de Jesús, pero muy pocos se dan cuenta que esto no ha sido siempre así. Se dice que ha habido ciento treinta y seis fechas distintas, establecidas por las diferentes sectas cristianas. Lightfoot la fija el día 15 de septiembre, otros la establecen en febrero o agosto. Epifanio menciona dos sectas, una que la celebra en junio y otra en julio. El asunto fue definitivamente decidido por el Papa Julio, en el año 337 d. C., y San Crisóstomo, en el 390, dice: 'En este día, es decir, el 25 de diciembre, también en Roma fue fijado últimamente el nacimiento de Cristo, de modo que cuando los paganos celebraban sus ceremonias (la Brumalia en honor de Baco), los cristianos realizaban sus ritos sin ser molestados.»
La elección de esta fecha determinada es cósmica en sus implicaciones y estamos seguros que los sabios de los tiempos primitivos tomaron estas grandes decisiones premeditadamente. Vuelve Annie Besant a decirnos que:
«La deidad siempre nace en el solsticio de invierno, después del día más corto del año, en la medianoche del 24 de diciembre, cuando el signo de Virgo asciende sobre el horizonte; nace cuando este signo asciende, nace siempre de una virgen, que permanece virgen después que ha dado a luz a su hijo Sol, como la Virgen celestial permanece inalterable y sin mácula cuando el sol surge de ella en los Cielos. Débil, endeble como infante, es él, nace cuando los días son más cortos y las noches más largas.»
En la época del nacimiento de Cristo, Sirio, la Estrella de Oriente, estaba sobre el meridiano, y Orión, llamado por los astrónomos orientales «los Tres Reyes», se encontraba en sus proximidades; en consecuencia, la constelación de Virgo, la Virgen, se elevaba en el Este y la línea de la eclíptica, la del ecuador y la del horizonte, se unían todas en esa constelación. Es también interesante ver que la estrella más grande y brillante de la constelación de Virgo, se llama Spica (Espiga); está representada por la espiga de trigo (signo de fertilidad), que sostiene la Virgen. Belén significa «casa del pan», existiendo, por lo tanto, una relación evidente entre los dos términos. Esta constelación está formada por tres estrellas en forma de copa. Es el verdadero Santo Grial, que contiene la sangre de la vida, el custodio de lo más santo y sagrado, lo que encierra la divinidad. He aquí los hechos astronómicos. La interpretación del simbolismo atribuido desde muy antiguo es algo tan viejo como la misma religión. De dónde salieron esos signos, y cómo surgieron a la vida los significados y simbolismos asociados a ellos, se pierde en la noche de los tiempos. Han existido en las mentes y pensamientos de los hombres y en sus escritos, durante miles de años, y constituyen nuestra herencia conjunta de hoy. El antiguo zodíaco de Dendera (anterior al cristianismo en varios miles de años) constituye una amplia prueba de lo antedicho. En el tránsito del sol en torno del zodíaco, el «Hombre de los Cielos» llega a su debido tiempo a Piscis, signo en exacta oposición a Virgo, y que es precisamente el signo de los Salvadores del mundo. Ya hemos visto que la era del cristianismo es la Era de Piscis; Cristo llegó a Tierra Santa cuando nuestro sol transitaba hacia ese signo. Por consiguiente, lo que comenzó y tuvo su ser en Virgo (el nacimiento del Niño-Cristo), es consumado en Piscis, cuando el Cristo-Niño, habiendo llegado a su madurez, se presenta como Salvador del mundo.
El Cristo-Sol nace en la medianoche guiando al iniciado hacia el equinoccio de primavera, en donde se crucifica para que fermente el fruto. De esta manera Él está destinado a representar en su vida el gran drama cósmico que lleva al hombre a la iniciación, a pasar los siete grados de la luz espiritual: Nacimiento - Bautismo - Confirmación - Pasión - Muerte - Resurrección - Ascensión. Como nos dice Samael Aun Weor: «La Navidad se convierte pues en un acontecimiento cósmico que debe realizarse en cada uno de nosotros. La Navidad es un proceso individual que nos lleva a encender el corazón para que en ese pesebre se siembre la redención del hombre. El Cristo desentraña una fuerza Universal y Cósmica que está más allá de la persona que la llegue a encarnar».
Otro hecho astronómico resulta de interés a este respecto. Estrechamente asociadas con la constelación de Virgo, que se encuentra en el mismo sector del cielo, hay otras tres constelaciones, en las cuales está representada simbólicamente la historia del Niño que nacerá, sufrirá y volverá. Existe un grupo de estrellas denominado Coma Berenice, la Mujer con el Niño, los Centauros o el Centauro, y Boötes, nombre que en hebreo significa «el que viene». Ante todo, tenemos el niño nacido de mujer, y esa mujer es virgen: después está el centauro que siempre fue el símbolo de la humanidad en las antiguas mitologías, porque el hombre es un animal más un dios, por lo tanto, un ser humano. Después el que vendrá, descuella sobre todos ellos, influyéndolos, señalando la realización que se logrará por el nacimiento y la encarnación humana. Verdaderamente el libro ilustrado del cielo contiene la eterna verdad para los que tienen ojos para ver e intuición lo bastante desarrollada para interpretar. La profecía no está confinada a La Biblia solamente, sino que aparece ante los ojos de los hombres en la bóveda celeste.
De este modo, mientras «los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos» tenemos la profecía del acontecimiento mundial que tuvo lugar cuando Cristo nació en Belén, «la casa del pan», y Virgo ascendía sobre el horizonte, mientras brillaba la Estrella de Oriente.
Debe observarse que el viaje que precede al nacimiento es también parte de la historia: de la vida de otros instructores enviados por Dios. Por ejemplo, leemos:
«Entre los treinta y dos signos que debían ser verificados por la madre del esperado Mesías (Budha), el quinto establecía 'que ella debería viajar en el momento del nacimiento de su hijo'. En consecuencia, 'para que se cumpliera lo dicho por los profetas', la virgen Maya, en el décimo mes, después de su concepción celestial, realizaba un viaje para reunirse con su padre, cuando he aquí que el Mesías nace bajo un árbol. Un relato establece que ella se había apeado ante una posada cuando nació Budha'.
«La madre de Lao-Tsé, el sabio chino, nacido de una Virgen, se encontraba lejos de su hogar cuando nació su hijo. Se había detenido a descansar bajo un árbol, y allí como la virgen Maya, tuvo a su hijo.»
En el Evangelio se dice que la Virgen María, con su esposo José, y el Cristo-Niño en sus entrañas, salía de Nazareth, en Galilea, hacia Belén. A veces, el estudio de los significados de los nombres que aparecen en la Biblia y en la tradición, arrojan mucha luz sobre el episodio mismo y develan en parte su significado oculto. encontramos que Nazareth significa «lo que se consagra» o se aparta. Galilea significa «el girar de la rueda»: la rueda de la vida y de la muerte que gira constantemente, arrastrándonos a todos en su giro y manteniéndonos así en la rueda de la existencia como la llaman los budistas, hasta haber aprendido las lecciones de la vida.
El Cristo dejó atrás la larga jornada de la existencia y Él, con Su Madre, recorre la última parte del camino. Cristo salió de Nazaret, el lugar de la consagración, y fue a Belén, la Casa del Pan, donde en forma singular Él Mismo se tuvo que convertir en el «Pan de Vida» para un mundo hambriento.
Según la concordancia, el nombre María significa «la excelsa del Señor». Hay otro punto interesante en relación con la constelación de Virgo, que podríamos mencionar. María, la Virgen, en el simbolismo de la antigua sabiduría, representa la materia virgen, la sustancia que nutre, alimenta y oculta dentro de sí al Cristo Niño, la conciencia crística. En último análisis, mediante la forma y la materia, Dios queda revelado. Esa es la historia de la divina encarnación. La materia, influida por el Espíritu Santo, la tercera Persona de la Trinidad, da nacimiento al segundo aspecto, en la persona del Cristo cósmico, mítico e individual.
Asociadas al libro de imágenes de los cielos, hay tres constelaciones, además de la de Virgo, simbolizadas por mujeres. Tenemos a Casiopeya, la Mujer Entronizada. Esta constelación es el símbolo de la etapa de la vida humana en la cual predomina y triunfa la materia y la forma, donde la vida divina interna está tan profundamente oculta que no hay signo de ella, controlando y rigiendo solamente la naturaleza material. Luego viene una etapa posterior en la historia de la raza y del individuo, donde encontramos a Berenice que surge simbólicamente, es decir, la Mujer que lleva al Cristo-Niño. En esta etapa la materia empieza a revelar su verdadera función, que es dar a luz al Cristo en cada forma. Cuando el giro de la gran rueda de la vida haya desempeñado su parte, entonces María puede salir de Nazaret, en Galilea, y dirigirse a Belén, para dar a luz al Salvador. Por último tenemos a Andrómeda, la Mujer encadenada, o la materia supeditada al alma. Así rige el Alma o el Cristo. Tenemos, primero, la materia dominante, entronizada y triunfante. Segundo, la materia como custodio de la divinidad, de la belleza y la realidad ocultas, preparada para traerlas a la existencia. Tercero, la materia como servidora de lo que ha nacido, el Cristo. Sin embargo, nada de esto se efectúa si no se emprende el viaje desde Nazaret, el lugar de la consagración, y desde Galilea, el lugar de la rutina cotidiana de la vida, y todo esto es cierto, ya se trate del Cristo cósmico oculto por la forma de un sistema solar, o del Cristo mítico, oculto en la humanidad en el transcurso de las edades, o del Cristo histórico oculto dentro de la forma de Jesús, o el Cristo individual oculto en el hombre común. La rutina es siempre la misma: el viaje, el nuevo nacimiento, la experiencia de la vida, el servicio que debe prestarse, la muerte que debe sufrirse y, después, la resurrección para un servicio más amplio.
El nombre José significa «el que agrega»; José era un constructor, un carpintero, un obrero de la construcción, el que asienta una piedra sobre otra, una viga sobre otra. Es el símbolo del aspecto constructivo-creador de Dios-Padre. En esas tres personas, José, el niño Jesús y María, tenemos simbolizada la divina Triplicidad, y representados Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, o materia, animada por la Deidad y, por lo tanto, ejemplificada en la Virgen María.
En la actualidad las muchedumbres viajan. La enseñanza del Sendero y del Camino a Dios absorben hoy la atención de los aspirantes en el mundo. Estamos en el sendero de retorno a Belén, un Belén individual y racial. Estamos a punto de penetrar en la caverna donde tendrá lugar el nuevo nacimiento, y la etapa del largo viaje de la vida está casi completa. Este simbolismo es quizá más real de lo que creemos. El actual problema mundial lo constituye el pan, y nuestras inquietudes, perplejidades, guerras y luchas, se basan en el problema económico de cómo alimentar a los pueblos. Todo el mundo se ocupa ahora de la idea de Belén, del pan. En esta sutil implicación hay una segura garantía de que así como anteriormente Cristo llegó a la Casa del Pan, así cumplirá Su palabra nuevamente: Se realizará a Sí mismo y retornará.
La ciudad de Belén fue edificada para conmemorar el resurgimiento del dios asirio Beleno. De esta manera el sol invicto está destinado a renacer permanentemente en el seno del hombre. La energía del Cristo Cósmico se proyecta en todas y cada una de las epopeyas espirituales por las que pasa la humanidad para fecundar el alma; esto es: hacer posible un trance de lo animal hacia lo espiritual. Por ello, en Miqueas 5, 1-3 podemos leer: «Pero tú, Belén de Efrata, pequeño para ser contado entre las familias de Judá, de ti me saldrá quien señoreará en Israel». Tanto Zoroastro como Salomón predijeron la venida del Mesías.
La caverna, lugar de la oscuridad y del malestar, fue para María un lugar de dolor y de agotamiento. Esta historia de la caverna o establo del Nuevo Testamento, quizá sea más simbólica que ninguna otra en la Biblia. El viaje largo y penoso terminó en una oscura caverna. El largo y agotador viaje de la humanidad nos ha llevado hoy a un lugar muy difícil y desagradable. La vida del discípulo individual, antes de recibir la iniciación y pasar por la experiencia del nuevo nacimiento, es siempre de enormes dificultades y penurias. Pero en las tinieblas y en las dificultades se descubre al Cristo; allí puede, florecer la vida crística, y podemos presentarnos ante Él, como el Iniciador.
En la caverna de la iniciación están simbolizados, con claridad meridiana, los cuatro reinos de la naturaleza. En la estructura rocosa de la caverna, aparece el reino mineral. El forraje y el heno, que sin duda están allí, simbolizan el reino vegetal. El buey y el asno representan la naturaleza animal, dualidad que manifiesta por un lado la capacidad de trascender la obstinación de la mente: el asno (en hebreo hamor, término que significa elevarse a través de la humildad, el sacrificio y perseverancia); mas por el otro, el buey representará la resurrección apacible.
Cuando Cristo nació en Belén, resonó una triple palabra: «Gloria a Dios en las alturas, en la tierra paz y buena voluntad entre los hombres». Un triple enunciado nos fue dado entonces. Fue cantado por los ángeles en la noche, para los pastores que cuidaban sus rebaños en los prados que rodeaban la caverna-establo donde se encontraba el Niño. Un hecho trascendental había ocurrido en el cosmos y las huestes celestiales lo honraban.
Parafrasearemos el mensaje de los ángeles, el cual fue emitido por un grupo de seres y dado a otro. Por lo tanto es un mensaje mundial que aún espera respuesta. Cuando la conciencia crística se haya despertado en todos los hombres, entonces tendremos paz en la tierra y buena voluntad entre los hombres. Cuando esto ocurra, entonces podrá Dios ser glorificado. La expresión de nuestra divinidad pondrá fin al odio reinante en la tierra y derribará los muros que separan a un hombre de otro, a un grupo de otro, a una nación de otra y a una religión de otra. Donde hay buena voluntad debe haber paz, actividad organizada y el reconocimiento del Plan de Dios, porque ese Plan es síntesis, ese Plan es fusión, unidad y unificación. Ninguna de las Epístolas de El Nuevo Testamento establece esto tan claramente como la Epístola a los Efesios, porque en ella se establece la posibilidad en términos que no admiten excusa para una mala interpretación, y dice:
«Compenetrado por la idea de una unión viviente con Cristo, morando en Él. Está expresada en muchas metáforas. Estamos arraigados en Él, como lo está el árbol al suelo, para mantenerse firme y dar fruto. Estamos construidos en Él, como los fuertes cimientos del Templo están asentados en la roca viva. Vivimos en Él, como los miembros en el cuerpo. . . La morada es recíproca. Él está en nosotros y nosotros en Él. Él está en nosotros como fuente de nuestro ser; nosotros estamos en Él llenos de Su plenitud. Él está en nosotros, todo comunicativo; nosotros estamos en Él, todos receptivos. Él es en nosotros como la luz del sol, así como la cámara sin luz estaría a oscuras. Nosotros estamos en Él como leño verde que ha sido arrojado en la flamígera hoguera, resplandeciendo con rojizo y transformante calor, Él está en nosotros como la savia que circula en el árbol, nosotros en Él como las ramas.»
Esto es lo que traerá a la existencia esa religión que será la del amor, de la paz en la tierra, de la buena voluntad universal, de la comprensión divina y del profundo reconocimiento de Dios. Entonces Su impronta y Su vida podrán verse en todas partes, en todos los seres y en todas las cosas. La «signatura divina» (como lo llama Boehme) se reconocerá en todas partes. La vida de Dios está hoy agitando las mentes de los hombres y obligándolos a ir hacia la cámara del nacimiento. De allí pasarán a un nuevo mundo, donde ideales más elevados y contactos más profundos, unidos a una comprensión más amplia, caracterizarán a la humanidad.
Cuando Cristo vino, quienes tenían visión y estaban preparados dijeron: «Su estrella hemos visto en el Oriente y venimos a adorarle». Ese signo se dio a los pocos que estaban preparados y que hicieron el necesario viaje a Belén. Pero otro signo, visto por muchos, fue dado por el ángel del Señor a los pastores que vigilaban el campo esa noche: «Esto os servirá de señal; hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre». Esta señal se dio a los dos o tres que vigilaban, dispuestos a consagrar todo lo que poseían, y que percibieron el destello de la estrella de la iniciación y se apresuraron a encaminarse a la cámara iniciática. La mayoría que estaba interesada y atenta, necesitaba una señal más concreta y fácil de ser interpretada, por eso se les dijo que fueran a ver al infante y a su madre. Su actitud se expresa en las palabras: «Pasemos, pues, hasta Belén y veamos esto que ha sucedido». Pero los tres que comprendieron, fueron a adorar y a dar.
Cuando vieron brillar la estrella, los tres Reyes emprendieron el viaje, y cargados de regalos llegaron a Belén. Son los símbolos de esos discípulos en el mundo que están hoy dispuestos a prepararse para recibir la primera iniciación; trasmutar su conocimiento en sabiduría y ofrecer todo lo que poseen al Cristo interno.
Los regalos que llevaban constituyen el tipo específico de disciplina que debe seguirse a fin de entregar al Cristo, en el momento del nuevo nacimiento, dones que simbolizarán lo realizado. Los tres Reyes (astrólogos y magos provenientes de Oriente) ofrecieron al infante Jesús tres regalos: oro, incienso y mirra. Analicemos por un momento la importancia específica que éstos tienen para el futuro iniciado individual. Los esoteristas dicen que el hombre es de naturaleza triple y esta verdad está apoyada por los psicólogos con sus investigaciones y experimentos. El hombre es un cuerpo físico viviente, una suma total de reacciones emocionales y también ese algo misterioso que llamamos mente. Las tres partes del hombre: física, emocional y mental, tienen que ofrecerse en sacrificio y adoración, como dádiva voluntaria al «Cristo interno», antes que el Cristo pueda expresarse por medio del discípulo y del iniciado, como Él anhela hacerlo.
El oro es un símbolo de la naturaleza material que debe ser consagrado al servicio de Dios y del hombre. El incienso simboliza la naturaleza emocional, con sus aspiraciones, deseos y anhelos, y esta aspiración debe elevarse, como el incienso, hasta los pies de Dios. El incienso es también símbolo de purificación, ese fuego que consume toda la escoria y deja la esencia para que Dios la bendiga. La mirra o la amargura, se relaciona con la mente. Por medio de la mente sufrimos como seres humanos, y cuanto más progresa la raza y se desarrolla la mente, tanto mayor es nuestra capacidad de sufrimiento. Pero cuando el sufrimiento se ve en su verdadera luz y se lo dedica a la divinidad, puede empleárselo como instrumento de mayor acercamiento a Dios.
ORO - SOL - DEPURACIÓN ALQUÍMICA
(esencial espiritual contenida en la materia)
INCIENSO - JÚPITER - GLORIA Y LUZ
(proyección y anhelo hacia lo celestial)
MIRRA - SATURNO - MUERTE
(sacrificio del instinto animal y mundano)
A medida que estudiamos el significado de esas tres ofrendas presentadas al niño Jesús por los antiguos discípulos, y al observar su significado en lo que respecta a nuestra situación individual, resulta igualmente evidente que la humanidad, como raza, está hoy ante el niño Jesús en la Casa del Pan, al final de un largo viaje, y puede ofrecer, si lo desea, los dones de la vida material, los de la purificación, por medio de los fuegos de la adversidad y el sufrimiento a que estuvo sometida. La humanidad puede viajar desde Galilea vía Nazaret.
Cristo vivió calladamente en Su hogar con sus padres, realizando la dificilísima experiencia de vivir una vida hogareña, con su monotonía, sus costumbres sin variaciones, su obligada subordinación a la voluntad y las necesidades del grupo, con sus lecciones de sacrificio, de comprensión y de servicio. Ésta es siempre la primera lección que todo discípulo debe aprender. Hasta no haberla aprendido no puede progresar. Hasta que la divinidad no se exprese en el hogar y entre los que nos conocen bien y son nuestros amigos familiares, no puede esperarse que se manifieste en otras partes. Debemos vivir como hijos de Dios en el lugar -insípido, tedioso y a veces sórdido- en que el destino nos ha colocado. En ninguna otra parte puede ser posible esta etapa. En el lugar donde nos encontramos es donde iniciamos nuestro viaje y de él no escaparemos. Si no tenemos éxito como discípulos donde estamos y en el lugar en que nos descubrimos a nosotros mismos, ninguna otra oportunidad se nos ofrecerá hasta lograr el éxito.
Por el amor y la práctica amorosa probamos nuestra iniciación en los misterios. Nacidos en el mundo de amor de Belén, la nota clave de nuestras vidas, desde ese momento, debe ser la obediencia a lo más elevado que hay en nosotros, el amor a todos los seres, y la total confianza en el poder del Cristo inmanente, para expresar (por medio de la forma externa de nuestra personalidad) una vida de amor. La vida de Cristo debe ser vivida hoy y, oportunamente, por todos. Es una vida de regocijo y alegría, de pruebas y de problemas, pero su esencia es amor y su método la disponibilidad y entrega.
Mientras viajamos con Cristo desde Belén hasta la hora cercana a la segunda iniciación, ¿cuál es la lección que hemos aprendido? ¿Cómo podemos resumir la significación de ese episodio en términos de aplicación práctica individual? ¿Este episodio tiene algún significado personal? ¿Cuáles son los requisitos y las posibilidades que nos esperan? Si un estudio de esas cinco etapas en la vida de Cristo no son de valor para nosotros y si se refieren a un desenvolvimiento de imposible interpretación humana, entonces, todo lo que se ha escrito y enseñado, en el transcurso de los siglos, resulta fútil y sin utilidad alguna. Las aplicaciones teológicas comunes ya no atraen a la inteligencia desarrollada del hombre. Cristo Mismo siempre tiene poder de atraer el interés humano y también atraer hacia Sí a quienes tienen visión para ver la verdad tal cual es y escuchar el mensaje evangélico en los términos que cada nueva era exige. Constituiría una pérdida de tiempo seguir elaborando esta antigua historia del Cristo viviente, si no contiene un mensaje específico para nosotros, y si todo lo que se nos pide es asumir la actitud del observador y de un hombre que simplemente dice: «Así es».
Esta actitud creyente, aunque negativa, se ha mantenido demasiado tiempo. Hemos tratado de imitarlo, y Él no quiere ser imitado. Quiere que probemos, para Él, para nosotros mismos y el mundo, que la divinidad que reside en Él se halla también en nosotros. Debemos descubrir que podemos ser como Él, porque lo hemos visto.
Este nuevo nacimiento no es un sueño místico, ni tampoco la hermosa visión de algo posible, aunque no probable. No es simplemente la expresión simbólica de alguna meta definitiva, que nos espera en un nebuloso futuro o en alguna otra forma de existencia, o en algún cielo eventual que podremos lograr si volvemos a la crédula y ciega aceptación de todo lo que la teología puede decirnos. Es difícil abrirnos camino hasta la etapa de experiencia donde se aclara el programa divino para el hombre, y las posibilidades que Cristo dramatizó se convierten en algo que nos impide descansar hasta que lo hayamos trasmutado en experiencia personal, por el experimento de la iniciación. El nuevo nacimiento es el resultado del proceso evolutivo y un hecho tan natural como lo es el nacimiento de un niño en el mundo de la vida física. Eternamente, durante edades, los hombres realizaron y continuarán realizando la gran transición, comprobando la realidad de esta experiencia.
Dos reconocimientos deben surgir en el mundo mental del aspirante de hoy. Primero, la presencia del alma, una entidad viviente que puede y debe ser conocida por el proceso de traerla a la existencia en el plano de la vida diaria; segundo, la determinación de reorientar toda la naturaleza para posibilitar una identificación más estrecha con esa alma, hasta lograrse la total unidad. Vamos viendo lo que debe hacerse y adoptando la correcta actitud que lo hará posible. Los dos aspectos de nuestra dualidad esencial -alma y cuerpo / materia y espíritu- se enfrentan y se aproximan cada vez más hasta que se alcanza la unión completa y el Cristo nace por intermedio de la Madre.
Esto es lo que Cristo enseñó y por ello oró al Padre: «Mas no ruego solamente por éstos (sus discípulos), sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean una cosa, como tú, oh Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste... Yo en ellos y Tú en mí, para que sean perfectos en unidad.»
¿Cómo puede experimentarse esta verdad del alma y el nuevo nacimiento en forma tan sencilla y práctica que aparezca su significado como permitiéndonos hacer lo que sea necesario? Tal vez ayuden las siguientes afirmaciones:
2. A medida que la rueda de la vida (la experiencia en Galilea) nos lleva de una lección a otra, nos acercamos cada vez más a la realidad interna y a la deidad oculta. Pero el Cristo-Niño se halla todavía oculto en la matriz de la forma.
3. A su debido tiempo, la personalidad, física, emocional y mental, se fusiona en un todo viviente. La máscara personal se disuelve para dar luz al Ser que nos habita. La Madre Divina está a punto de dar a luz a su Hijo.
4. La larga jornada toca a su término y el Cristo niño oculto, nace en la primera iniciación.
5. El Cristo se consagra mediante la depuración y luz del Eterno Femenino. Es por ello que el evangelio apócrifo de Felipe llama a Magdalena consorte de Jesús, una unión espiritual destinada a redimir la miseria humana, o lo que es lo mismo: a que la sombra encuentre la luz de donde procede.
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virgilio